Frank Wolff es un ingeniero americano que participó en el proyecto del cohete lunar secundando al profesor Silvestre Tornasol. La negra historia de este personaje comienza tres años antes, cuando trabajaba en las instalaciones atómicas de White Sands (EE.UU.). Todo iba bien hasta que empezó a enviciarse en el juego, con lo que pronto contrajo fuertes deudas. Alguien que conocía su situación apurada le propuso saldar sus compromisos a cambio de información confidencial. Frank Wolff se convirtió así en un espía.
Con el propósito de rehacer su vida escapó a Europa, consiguiendo un puesto en el Centro de Investigaciones Atómicas de Sbrodj, en Syldavia, donde pronto se ganó a confianza de todos. Pero sus extorsionadores volvieron a encontrar su pista, exigiéndole que colaborase bajo la amenaza de revelar su turbo pasado. Contra su voluntad, Wolff aceptó. Gracias a su labor de espionaje, los bordurios estuvieron a punto de apoderarse del cohete de ensayo, a no ser por el precavido Tintín. Más tarde se le ordenó facilitar la labor de alguien que debía ocultarse en el cohete. Ya en la Luna, el intruso coronel Jorgen Boris, viejo conocido de Tintín, decidió actuar. Pero afortunadamente su plan de fuga pudo ser abortado. No obstante, Jorgen Boris y Frank Wolff lograron hacerse de nuevo dueños de la situación. El ingeniero, arrepentido, luchó con el coronel Jorgen Boris; y, en el forcejeo el arma se disparó acabando con el miserable coronel Jorgen Boris. Una vez recuperado su puesto, Wolff llevó a cabo su postrera acción: lanzarse al espacio para salvar a sus compañeros, en grave peligro por falta de oxígeno. El inteligente y tímido Wolff, siempre sometido, ponía punto final a su vida con un acto de alta heroicidad. Lo podemos ver en acción en Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna.